31.1.09

Alma de groupie

Primer paso: comprar chelas y puchos. Estos dos funcionan como desinhibidores sociales que pueden llegar a introducirnos en un universo paralelo en el que todos se quieren, donde todo es posible y no hay más obstáculo que creer en uno mismo. Segundo paso: entrar en el estado de ánimo exacto; dispuesta a no quejarse, a no criticar, a aceptar que las cosas son como son por algún motivo que tal vez no entendemos todavía. Tercer paso: esperar a que el destino te juegue una buena pasada. Ayer, esa manía que tiene el azar de improvisar, hizo que la noche tranquila que había planeado en casa, se convirtiera en una noche con olor a música.
Ayer, el humo de los cigarros, las botellas vacías de chela y las risas poblaron el silencio de mi casa. Ayer, cuando tuve a 3 de los mejores guitarristas que conozco sentados en los bancos de mi cocina con las guitarras bajos las manos, sentí lo que siempre he sentido cuando veo los dedos de un músico deslizándose por los trastes de la guitarra, dedos ágiles que me hacen sonreír: la inevitable alegría de ver un genio indetenible creando melodías improvisadas que me llenan el alma. Los veo ahí, sumidos en concentración, con los ojos cerrados, un poco encorvados como para sentir la vibración más adentro del pecho y soy yo la que se infla de orgullo y se enamora un poquito de ellos, la que se queda atónita viéndolos dejar fluir un torrente de notas que no se detienen, la que los ve a la cara mientras cantan a voz en cuello, la que empieza el golpeteo con los dedos, como tratando de seguirlos con un beat suave y cadencioso. No hace falta más. Y es que tengo una especial debilidad por los guitarristas, sin importar el género. Tengo alma de groupie.

1 comentario:

Jaco Rodríguez dijo...

Tango, metal, pop, clásica, rock, flamenco... realmente se armó una jarana "zambocaveriana" ese día. Buena observación esa de encorvarse para sentir más as vibraciones de la guitarra. Venga ese toro!