11.8.15

Tu

Con los años uno debería aprender a amar con inteligencia. Con pausa. Con tino. Sin prejuicios, ni ataduras, pero sí con respeto y siendo sinceros. Hasta que te enamoras y todo eso que aprendiste se te olvida en un abrir y cerrar de ojos. Y estar enamorado es un sentimiento que consume, que agota, que nos aturde... pero al fin y al cabo nos enamoramos. Y sueñas, y proyectas, y dejas que tu imaginación vuele hasta lo más alto, sin pensar en nuestras alas de cera y las palabras sabias de quienes nos preceden.
Me enamoré de ti. De tus ojos llenos de historias, de tus pestañas largas como tu respiración en la noche. Me enamoré de tu vida atípica, de tus manos, de tus aventuras inacabables. Me enamoré de tu libertad, pero también le hice la guerra sabiendo con certeza que perdería. Me enamoré de nuestros planes de abandonar la vida que nos aqueja en esta ciudad fría, de la seguridad de tus palabras. Me enamoré tontamente, sin escuchar lo que me decías, con esperanza y expectativas. Me enamoré creyendo en el amor sin limites, en el amor que creemos que existe, pero que se transforma en cualquier otra cosa con el pasar del tiempo.
Me enamoré de tus risas, de nuestras risas, de la complicidad, de los abrazos que me dabas. Y de tu rebeldía, aún cuando luego caí en cuenta que no podría con ella. Me enamoré de haber creído encontrar lo que siempre había buscado. Un compañero de locuras, de aventuras, de cacería de experiencias. Y aún ahora, cuando te pienso, quiero creer en un futuro juntos, en una vejez repleta de bromas y de caricias. Y aún ahora cuando te pienso, te imagino en mi cama haciendo siesta, en paseos por la playa con tu mano en mi mano. Y aún ahora cuando te pienso, ya te has ido.